lunes, 16 de mayo de 2011

Historia del Lobo Blanco

En un pequeño pueblo vivía un padre con sus tres hijas. Un día el padre tuvo que irse de viaje de negocios y le dijo a sus tres bellas hijas que qué querían que les trajese del lugar donde iba a ir. La mayor de ellas le pidió un vestido, la mediana le pidió un collar y la pequeña le pidió una rosa, pues no necesitaba nada en realidad.
Cuando el padre volvía de su viaje, llevaba todos los regalos salvo uno, el de su hija pequeña; la rosa. Había visto multitud de flores en su viaje, pero ninguna era tan bonita como para regalársela a su querida hija. Fue llegando a casa cuando pasó por un palacete cerrado, con un jardín esplendoroso. En ese jardín había las flores más radiantes que jamás había visto, así que decidió que esas rosas eran las que su pequeña hija merecía. 
Llamó y llamó al palacete, pero nadie contestó así que el padre se coló en el jardín y arrancó una rosa. Justo en ese instante apareció un lobo blanco enorme y le tiró al suelo. Le dijo que qué hacía robándole sus flores, que cómo se atrevía ha realizar semejante atropello a su propiedad y el padre, tembloroso se lo explicó. 
El lobo no contento con la explicación, le dijo que le perdonaba la vida si sacrificaba al primer ser vivo que viese cuando llegase a casa. El padre accedió pues pensó que su perro sería quien le recibiese primero al llegar al hogar. Pero no fue así, quien le recibió fue su hija más querida, la pequeña de las tres. El padre desesperado e histérico no podía creerlo, pero no tuvo más opción que contarle a su hija lo que sucedía.
La hija aceptó su destino, pero el padre de ninguna manera sacrificaría a su pequeña, así que la llevó con vida al lugar donde vivía el lobo blando, al lugar donde vivían las más carnosas rosas, al lugar donde comenzó aquella pesadilla.
El lobo aceptó no matar a la joven y la recluyó en su palacete. Vivía rodeada de lujos y comodidades, pero sola; salvo por las noches, que cenaba junto al lobo. 
Pasaron los meses y la relación del lobo y la joven empezó a estrecharse, hablaban de todo, se reían, se escuchaban, se apoyaban, se hicieron amigos.
Un día la joven le pidió al lobo volver a su hogar, porque echaba muchísimo de menos a su padre y hermanas y aunque el lobo sabía que dejarla marchar les iba a acarrear problemas, la quería tanto que no pudo no acceder a su petición. Pero antes de que se fuera le dio un espejo donde podría verle a través de él.
Las hermanas y el padre no podían creer lo que veían, ¡su hermana pequeña, su queridísima hija no estaba muerta! Pasaron días maravillosos en los que no pararon de contarse todo lo que había pasado en esos años. 
Las hermanas al descubrir lo bien que vivía su hermana pequeña se pusieron celosas, pues su destino no había sido tan afortunado, así que tramaron un plan para truncar la felicidad de su hermana. El lobo le había dicho a la joven que en un mes tenía que volver con él, pero las hermanas la convencieron para que se quedase más días. La joven dubitativa acabó quedándose y al pasar la fecha de su vuelta vio por el espejo que el lobo estaba muy débil, así que salió corriendo a su encuentro. Le encontró, le confesó que le amaba, que quería ser su esposa y vivir junto a él por siempre jamás, pero ya era demasiado tarde.

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