miércoles, 25 de mayo de 2011

Adaptación. La curiosidad de Casandrix

Año 5005. En una galaxia muy, muy lejana vivía Boscot y Jimenaz, los líderes del tercer anillo de Saturno, con su hija Casandrix.
Jimenaz, la madre de Casandrix era la mejor robotnauta de su planeta. Un día, siendo Casandrix todavía una niña, Jimenaz fue elegida para realizar la expedición más importante jamás hecha hasta ese momento; ir al planeta Tierra para comprobar si allí había vida. Jimenaz nunca regresó.
Boscot se quedó muy, muy triste pero seguía teniendo a Casandrix, la robot más engrasada de todo el anillo. Como Boscot quería mucho a su hija decidió no hablarle nunca de su madre para que no sufriera, pero Casandrix siempre, siempre le preguntaba cosas sobre su madre hasta que un día Boscot no aguantó más y furioso echó a Casandrix de casa.
Casandrix por aquel entonces ya era una adolescente y como había estado trabajando para conseguir dinero con el que financiarse sus caprichos, decidió utilizarlo en un “interplanetario rail” e irse a buscar a su madre a la Tierra.
En la Tierra tuvo que disfrazarse para pasar por humana, así que se fue a unos prestigiosos grandes almacenes de los que había oído hablar por las noticias en su planeta y se compró el atuendo más humano que encontró.
Casandrix había estado apuntando en una libreta cosas sobre su madre que iba escuchando de un lado y de otro, así que analizó sus pistas y comenzó su búsqueda.
Anduvo y anduvo sin suerte alguna, hasta que llegó a una plaza abarrotada de gente y allí se quedó. Estaba tan cansada que durmió en una tienda de acampada que le ofrecieron, rodeada de un montón de humanos que al parecer luchaban por un ideal que a ella le parecía muy razonable.
Estaba tan a gusto que se quedó unos cuantos días y conoció a un indignado (así se llamaban los humanos ente ellos) encantador. Casandrix no se separó de él, hablaban, reían cómplicemente.
Pero había un problema y es que Casandrix era un robot y Ernesto, el indignado, un humano.
Ernesto empezó a sospechar que Casandrix era diferente y Casandrix empezó a dejarle pistas para comprobar su reacción.
El tiempo se agotaba porque ya quedaba poco para que aquella súper asamblea, esa micrópolix en la que estaban viviendo se disolviera, así que Casandrix se armó de valor y le dejó a Ernesto, su tornillo más brillante en el saco de dormir y se fue. Ernesto al verlo encajó todas las piezas de sus sospechas y corrió a buscarla. Cuando la encontró la besó y le confesó que estaba enamorado de ella y  entre risas le dijo que la ciencia y la tecnología seguro que sabrían solucionar esa pequeña diferencia que había entre ellos.

1 comentario:

  1. Está muy bien, aunque te has saltado algunos de los hitos del viaje iniciático.

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